“El estilo es el hombre mismo”, escribió el conde de Buffon el mismo día en el que, a pesar de saber que sería irremediablemente vencido por el tiempo, fue elegido uno más de los inmortales de la Academia Francesa (sin tener ni siquiera que presentar su candidatura). ¡Qué alarde tan colosal! Casi podríamos decir lo mismo –sobre el estilo– de la inteligente disertación, presentada a modo de manifiesto, con la que Javier Cercas, que es un extremeño catalán, o viceversa; español, en definitiva, ha entrado esta semana en la institución que custodia la lengua española, a la que el novelista define como “una congregación de lectores expertos”. Mario Vargas Llosa, Pedro Álvarez de Miranda y Clara Sánchez (a la que le tocó contestar su discurso) le hicieron en su día de embajadores ante el sanedrín de la casona del Retiro, aunque cabría sostener a contrario sensu que también actuaron un poco como adorables embacaudores, pues no es escaso mérito convencer a un escritor sine nobilitate –nacido en un humildísimo pueblo de Cáceres y criado en Gerona; ambas periferias culturales– para que, al mismo tiempo, reivindique la soberana libertad de los escritores y los lectores y rinda honores a los académicos, que son por definición los prescriptores oficiales de la interpretación de las palabras.
Las Disidencias en Letra Global.