Jean-François Revel (1924-2006) no se apellidaba Revel, sino Ricard. Y, más que un periodista y escritor valiente, que sin duda lo fue, podríamos definirlo como un destructor del salón de los espejos. No tanto por la vocación rebelde que le acompañase en los años de su juventud –después de militar en la resistencia al nazismo, en contra de la voluntad de un progenitor alineado con el gobierno filofascista de Vichy– como por su costumbre de evitar las calamidades de los espejismos políticos de su tiempo y de su generación, capaz de despreciar la vida ajena por una utopía comunal que termina prohibiendo la libertad individual. Dentro de cinco meses, a finales del próximo mes de abril, se cumplirá el vigésimo aniversario de su muerte, que llega sin que muchos de sus mejores libros en español, y en especial sus ensayos, estén disponibles, salvo contadas excepciones, más que en las librerías de lance, que es el purgatorio de todos los escritores que no alcanzaron el Parnaso.
Las Disidencias en Letra Global.

