Causa una cierta ternura, que es lo que cualquiera en su sano juicio siente cuando ve a alguien desamparado, oír a Salvador Illa, el presidente con la eterna cara de yo no he sido, sostener con cierta vehemencia (ma non troppo, porque el susodicho es uno de esos políticos que no dejarían entrar en ninguna fiesta), que le parece bene que Sánchez, el Insomne, quiera prolongar la legislatura sin que exista motivo, más bien todo lo contrario, hasta el precipicio. Lo que acabará el día que haya que ir las urnas –salvo que el presidente del Gobierno se descuelgue con la propuesta de que en España deben suspenderse las elecciones porque si se vota ganarían las derechas, cosa que no hay que descartar– será el propio Sánchez, cuyas opciones de futuro se reducen a un hipotético exilio, acaso a la manera del rey emérito, o al ostracismo eterno.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
