Casi nadie se acuerda y muchos prefieren no volver a recordarlo, fingiendo haberlo olvidado por completo, pero la República española, cuya famosa proclamación (múltiple) aconteció sin que mediasen unas verdaderas elecciones constituyentes que decidiesen un cambio de régimen político –los comicios del 14 de julio de 1931 fueron unas elecciones municipales–, advino, como escribió con acierto en sus excelentes crónicas Josep Pla, sin un amparo legal suficiente, igual que en su día el independentismo intentó entronizar –sin éxito, pero causando un daño irreparable a la frágil democracia española– la República Catalana. La monarquía alfonsina, tras su obsceno apoyo a la dictadura de Primo de Rivera, se vino abajo porque su sede se convirtió en vacante tras la salida del Rey, que nunca renunció a sus derechos dinásticos ni abdicó, sino que sencillamente optó por abandonar el trono. Sin más.
Los Aguafuertes en Crónica Global.