Los optimistas proclaman con satisfacción que vivimos una nueva revolución cultural. El término, a la luz de la historia reciente, resulta inquietante. Así que, de partida, enunciaremos nuestra encrucijada de forma simple. O eres un individuo libre o perteneces a algunas de las actuales tribus que, en mayor o menor medida, aspiran a administrar tu libertad. O piensas por ti mismo o militas (en beneficio de otros). O lees y escribes o te conviertes en un activista similar a los clérigos medievales. O creas arte o haces política. Pensamiento versus devoción. O eres devoto de la Santa Inquisición o defiendes el derecho a la heterodoxia. “Which Side Are You On?”, cantaba en 1931 en una canción Florence Reece, esposa del líder del sindicato minero de Harlan County (Kentucky). Estamos inmersos en una guerra y, entre los bandos existe una grieta que en los últimos diez años se ha convertido en un precipicio. Como todas las cosas cuya formulación se reduce a las proclamas, en realidad hablamos de una cuestión compleja. ¿Cómo es posible que los ismos de la corrección política –esa galaxia donde orbitan los feminismos posmodernos, las últimas teologías queer, la intelligentsia trans, los nacionalismos populistas o los telepredicadores woke– hayan suplantado el papel que durante el siglo XX tuvo el comunismo y, mucho antes, la Iglesia?
Las Disidencias en Letra Global.