La riqueza de unos suele ser la pobreza de otros. Parece una profecía bíblica y, en efecto, el acuerdo de financiación singular –léase concierto catalán– que han rubricado el PSC y ERC sin que en el resto de España, cuyas regiones van a verse afectadas por este nuevo modelo de la asimetría territorial, se haya debatido la propuesta, se vote o se formule en los términos de lo que es –una mutación (sin contar con el respaldo ciudadano) de la Constitución– se parece bastante a los versículos del Antiguo Testamento. Nace de la avaricia y provoca ira. El Ejecutivo de Sánchez (y lo que va quedando de Sumar) guarda silencio sobre cuál va a ser su impacto o directamente miente, actitud que desde sus propias filas le ha reprochado indirectamente Josep Borrell, sin duda el último hombre cuerdo del PSC. La operación dista de ser una mera propuesta. Al rubricarse en un pacto de investidura –la de Salvador Illa– su cumplimiento es la única forma posible, salvo sorpresas, de que el nuevo Govern, cuya situación parlamentaria es frágil y puede ser coyuntural, perdure.
Los Aguafuertes en Crónica Global.