Es preciso, como hace el autor en una nota postrera que perfectamente podía haberse situado a modo de atrio, comenzar por el final, que también es el principio, del mismo modo que Omega –la última letra del alfabeto griego– no se entiende sin su correspondiente Alfa. Y lo mismo que la vida incluye, aunque como maldición, la muerte. A los escritores de relatos, explica Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960), uno de los más finos, inteligentes y dotados autores de nuestras letras, se les exige que además de escribir buenos cuentos y narraciones posean, indefectiblemente, una teoría propia sobre dicho género. Sucede algo similar con los poetas –Benítez Reyes lo es desde sus primeros lances literarios–, a los que se les presume una poética, además de la habilidad –nada frecuente– para escribir poemas. En cambio, no sucede igual con los novelistas. En su caso esta exigencia teórica se elude o es pasajera. No deja de ser una extrañísima convención: un poema o un cuento no requieren en realidad exégesis. Se sienten o no se sienten. Emocionan o te dejan a uno frío. No hay más.
Las Disidencias en Letra Global.