La investidura no resuelta del próximo presidente del Gobierno, todavía pendiente del agónico desenlace sobre la composición de la Mesa del Congreso, que pronto dará indicios, aunque no certezas, de si España tendrá que repetir las elecciones o, por el contrario, se encamina hacia una situación política desconstituyente, donde lo que conocemos como el Estado se diluirá de facto en favor de las máscaras del independentismo con la voluntariosa colaboración del socialismo, es un viaje hacia lo desconocido. Paradójicamente, quienes estarían llamados a ser los protagonistas de esta singladura estelar –los ciudadanos– están excluidos de la tripulación. En la nave España únicamente se sientan los jefes de unos partidos políticos para los que el sufragio popular se reduce al ritual del reparto de cartas previo a una partida de póker. El juego real depende de sus geometrías, componendas, faroles y alianzas. Tras el 23J, en todo caso, ya no cabe duda: el PSOE, que de su historia sólo conserva el nomen, ha tomado, pensando en intereses particulares –los suyos–, el camino hacia un federalismo asimétrico que nadie ha votado en ningún momento.
Los Aguafuertes en Crónica Global.