Algunos escritores pasan a la historia por un libro o, a lo sumo, por la frase de un fragmento de sus obras. Los poetas más célebres, si el destino los acompaña, son recordados por un poema afortunado y, acaso, gracias a un verso memorable. Los pintores dejan en nuestra memoria, cada vez más débil, el recuerdo de un par de cuadros de todos los que crearon. Incluso el cine, el primer arte en movimiento de los tiempos modernos, significa para una buena parte del público algo así como una colección con los rostros, vagamente conocidos, de los personajes de las películas, seres de ficción encarnados por actores reales, dejando en el margen del río a los directores. Es una de las servidumbres de la mitomanía: quien la provoca siempre corre el riesgo de ser evocado, si antes no es directamente olvidado, por una de todas sus posibles máscaras.
Las Disidencias en The Objective.