En Songs for Drella, el disco que Lou Reed y John Cale dedicaron a Andy Warhol, su antiguo mentor desde los tiempos de The Velvet Underground, al que apodaban con un nombre obtenido de la malévola combinación de las palabras Drácula y Cenicienta, hay una canción (Trouble With Classicists) que evoca los reparos que el maestro del pop art sentía ante los clásicos: “The trouble with a classicist he looks at a tree / That’s all he sees, he paints a tree / The trouble with a classicist he looks at the sky / He doesn’t ask why, he just paints a sky”. En efecto: un clasicista es, sobre todo, un realista, igual que debe serlo un periodista o cualquiera que no tenga por costumbre colgarse todos los días (sin pisarla) del quicio de la luna. Un realista contempla un árbol y pinta un árbol. Un realista mira el cielo y lo que reproduce (en un lienzo) o describe (con palabras) es ese cielo. Todos los maestros antiguos, igual que el gran Antonio López, son artistas figurativos. Se atienen estrictamente al mundo que está a su alrededor, ya sea la Gran Vía de Madrid, un rincón de Tomelloso o una esquina de Nueva York.
Las Disidencias en The Objective.