De todas las metáforas posibles acerca de la vida, y son legión, ninguna es tan exacta como la que vincula la existencia con un viaje. Tiene un punto de origen (el alumbramiento), una estación término (la muerte) y, entre medias, estaciones que, igual que sucede en una línea ferroviaria, nos obliga a detenernos, hacer escalas (algunas gozosas) y también nos previenen del riesgo cierto de descarrilar. El viaje puede hacerse al otro confín de la Tierra, incluso al espacio, o a la esquina de al lado. Siempre estamos, como escribió Novalis, volviendo a casa, ya sea físicamente o a través de los sueños de nuestra lejana infancia y juventud perdida. El escritor cubano Leonardo Padura (1955) acaba de rebasar los 69 años y parece haber entrado, con decisión y sin miedo, en ese tramo del trayecto que, irremediablemente, los antiguos llamaban las postrimerías.
Las Disidencias en Letra Global.