“A los verdugos” –escribió Jean Paul Sartre– “se les reconoce fácilmente: todos tienen cara de pánico”. A partir del terror y sus variantes –miedo, desazón, inquietud, paranoia, temblor, zozobra– puede escribirse una historia cultural sobre las desgracias del hombre. Sin idealizaciones, pedestre, porque no existe nada más terrestre que la destilación secular del pánico. Todas las civilizaciones profesan miedos que explican sus valores. Lo mismo pasa con los individuos: dime a qué temes y definirás aquello que eres, o en lo que te vas a convertir. Si seguimos la obra narrativa de Mariana Enríquez (1973), paralela a su labor periodística –parte de cuyos mejores trabajos fueron seleccionados por Leila Guerreiro en la antología El otro lado (Anagrama)–, descubriremos que la topografía de espantos que habita en sus libros tiene un sentido, no diremos que filosófico, pero sí conceptual.
¿Qué es el miedo? Nosotros mismos. El terror es lo que hemos sido y, también, lo que ahora mismo encarnamos.
Las Disidencias en Letra Global.