No hay nada más peligroso que un éxito temprano y la confusión entre la sociología (íntima) y la literatura. En la trayectoria editorial de Bret Easton Ellis, el escritor norteamericano que saltó a la celebridad (global) gracias a la hábil síntesis que hizo entre el suspense emocional y la confesión generacional, en novelas como Menos que cero y, sobre todo, American Psycho, en la que retrataba a un depravado asesino en serie, estos dos ingredientes se confunden hasta el punto de que no se sabe bien qué fue primero, si el hallazgo de una fórmula de relato que sirve por igual para libros y películas, o el predicamento obtenido tras haber vendido muchísimo en un mercado editorial –el Norteamericano– que domina la cultura occidental. Ellis, narrador de los conflictos y los dilemas de la clase pija norteamericana, siempre navegando entre la cocaína, el sexo confuso, la frivolidad y el vacío existencial, agita un cóctel de referencias generacionales que, sumado a un crudo naturalismo, reflejaron el teen spirit de los años ochenta y noventa en la Norteamérica pudiente. Cabría preguntarse, sin embargo, gracias a la perspectiva que otorga el tiempo transcurrido, si su recurrente naturalismo era en realidad natural, y si las preocupaciones de sus personajes –digamos que primarias– expresan una idea del mundo o, en cambio, se limitan a manifestar los conflictos y experiencias personales de una generación que ya frisa los sesenta años.
Las Disidencias en Letra Global.