Derrocho el tiempo que no ocupo con el periodismo bebiéndome algunos libros de memorias de escritores. Leo, releo y reincido con Umbral y sus ficciones imperfectas sobre el escritor novel. En todos los libros escribe de lo mismo. En la mayoría de ellos de forma distinta, deslumbrante. Las memorias de escritores noveles son un género –o un subgénero– que uno siempre ha devorado con fruición, buscándose a sí mismo, a aquel que soñamos ser un día lejano, en la experiencia de los otros. Umbral, en este sentido, es ejemplar, sobre todo por sus libros más antiguos, que son los que escribió antes de convertirse en el personaje terminal de sus últimos días, cuando casi todo en él era impostura literaria. Mucho antes, comenzó sus particulares memorias de dandy castizo y firmó algunos libros, en su mayoría descatalogados, difíciles de encontrar, por lo general de saldo, en los que todavía recordamos a un escritor gigantesco, quizás más dotado para el estilo que para la literatura.
Es el Umbral que se buscaba la vida por los bodegones surrealistas de Madrid, como los personajes de Baroja –a quien tanto repudió–, el periodista meritorio que dejaba textos sueltos en las redacciones y las radios, que iba a los ministerios y los cines, con la vana esperanza de alcanzar algún día la gloria. Como todos los Olimpos, la cima literaria se hace cuesta arriba: el entonces escritor en ciernes apenas si podía pagar el cuartucho de la pensión donde se refugiaba. Ahora esta imagen menesterosa se me aparece como un espejo que proyecta cómo ha cambiado la figura del escritor en este país. De la pensión a la promoción editorial. Leo por ahí que, según los expertos, la Feria del Libro de Madrid será un éxito de ventas. Que lo fuera también de creación sería un milagro. Como decía estos días el poeta José Ángel Valente, cualquier parecido entre el interés editorial y el literario es pura coincidencia, ajena a la voluntad de los actores de la comedia libresca.
No es por los escritores, que en la mayoría de los casos no obtienen más beneficios que ver publicada su obra –un sueldo moral con el que no se pagan las facturas–. Es por los grandes grupos editoriales, que funcionan como bancos. Uno siempre ha pensado que la literatura no debería ser ni demasiado minoritaria ni excesivamente rentable. Ambos extremos son malos. El muchachito perdido de los primeros libros de Umbral –su trasunto, en realidad– representa el lado opuesto, cercano en apariencia, pero lejano en realidad, de la figura del escritor que ha construido la industria. Los noveles vienen ahora –por lo que cuentan algunos– con aires nuevos, mucha naturalidad, una prosa de escaso fuste –tan liviana que da miedo– y versos que no son versos, sino frases que ya hemos leído, bastante mejor escritas, en otros sitios y en otro tiempo.
La originalidad, en literatura, no es siempre garantía de calidad. Sí, en cambio, lo es el estilo literario, que es el único precinto que uno desea cuando se acerca a un libro. Sin estilo, la galería de los noveles se esfumará. Terminarán por no ser nadie. Puede que algunos de estos nombres que ahora nos meten por los ojos sobrevivan al capricho de la actualidad y terminen siendo verdaderos escritores. No es imposible. Pero, visto desde el tiempo presente, y desde el escepticismo habitual, no les encuentro más que limitaciones. Puede parecer injusto. Y probablemente lo sea. Uno es así: indisciplinado, cabezota y apresurado.
Se admiten réplicas y duelos a muerte al respecto, pero tengo la sensación de que la literatura, para muchos de estos noveles, apenas es un juego de adolescencia. No veo en ninguno la firme voluntad del primer Umbral. Claro que las cosas, ahora, son distintas. Ni España es la misma ni los periódicos buscan escritores. Todo se ha convertido en industria cultural. Los elogios son caricias en el lomo, no destellos de talento. Umbral, si naciera ahora, no daría el perfil de escritor novel. Sería más bien un viejo prematuro enamorado de la literatura artesanal que se ha ido. Quizás, para siempre.
Variaciones sobre un texto publicado en El Correo de Andalucía
[7 junio 1996]
Deja una respuesta