La sociedad digital, fascinada por los prodigios de la tecnología y seducida por la inteligencia artificial, disimula su hondo desconocimiento del pasado con el disfraz de los neologismos. Acostumbra a inventar palabras nuevas –procedentes del inglés– para designar fenómenos ancestrales. A la capacidad de resistencia frente a la adversidad, sobre la que tan bien escribió Shakespeare, los escritores de argumentarios la bautizaron hace unos años como resiliencia. A los desahogados (verbales) muchos los llaman hiperventilados. Al acoso laboral se le designa de un tiempo a esta parte con el anglicismo mobbing. Y al hostigamiento entre adolescentes, como el que parece haber causado la tragedia de Sallent, se le llama bullying. Demasiados nombres para una misma evidencia: la vida, en cualquiera sus edades, está entreverada de dolor, desengaños y decepciones. Existir consiste en tener conocimiento de primera mano de estas sensaciones. Crecer implica soportarlas. Madurar es haber aprendido a gestionarlas con acierto.
Los Aguafuertes en Crónica Global.