Los seres trágicos gozan de una paradójica perspectiva sobre la existencia. Al considerarla, debido a la gravedad de sus experiencias personales, una novela absurda cuyo último desenlace acostumbra a ser inequívocamente amargo, practican una forma de humor que se alimenta de la distancia y del desencanto. O de ambas cosas al mismo tiempo. En el fondo de cualquier alma pesimista lo que late no es una predilección por la agonía cuanto una forma (inteligente) de administrar con talento la resignación. Quizás nadie como Baroja representa en el ámbito de las letras españolas este carácter, entre huraño y brutalmente sincero, de quienes intuyen (haciendo una mueca) que todo es vano y que el idealismo es una perfecta.
Las Disidencias en Letra Global.