Puntual como un inglés, profesional como un soldado, obstinado como sólo pueden serlo los músicos que llevan más de medio siglo en la carretera emulando a los viejos bluesmen del Mississippi, para los que no hay escenario secundario, sólo un público al que se debe dejar satisfecho. Bob Dylan llenó ayer el Palacio de los Deportes de Granada (4.000 personas) en el cuarto concierto de su acelerada gira española, que toca tierras indígenas tres años después del último jubileo.
Una disidencia (musical) publicada en el UVE de El Mundo.
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