Existen dos formas de pasar por este mundo: dejando un rastro o refugiándose en esa invisibilidad que, de forma sin duda piadosa, nos regalará el olvido. La primera exige ser merecedor de algún mérito, aunque sea discreto; protagonizar alguna hazaña que pueda quedar en la memoria colectiva (que no es democrática), o cometer un delito, preferentemente un crimen. Todas garantizan que, al menos durante un instante, seremos recordados por alguien, ya sea por envidia (el primer caso), admiración (si se trata de la segunda opción) o con odio y un justificado rencor (la última de las tres posibilidades). La segunda, en cambio, no requiere hacer ningún esfuerzo: el tiempo, que siempre hace muy bien su trabajo, diluirá todo lo que somos una vez dejemos de existir. A veces, mucho antes.
Las Disidencias en Letra Global.