Lo cuenta Iñaki Uriarte en un pasaje de sus excelentes Diarios (Pepitas de Calabaza): “Hacia 1910, Karl Kraus escribe en uno de sus aforismos sobre literatura: ‘Hay imitadores que son anteriores a los originales. Cuando dos tienen una idea, ésta no pertenece al primero que la tuvo sino al que la tiene mejor’. Imaginemos ahora una escena que pudo ocurrir en 1951 en Buenos Aires. Jorge Luis Borges ha pensado dedicar la tarde a preparar su conferencia del día siguiente en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa. Pero, en lugar de eso, está leyendo a Leon Bloy. De pronto, en uno de los cuentos cree reconocer la voz de Kafka. Otro imitador. Esa tarde escribe ‘Kafka y sus precursores’. Un par de páginas en las que explica cómo cada escritor crea a sus precursores, cómo él ha tenido la impresión de reconocer la voz de Kafka en Zenón de Elea, en el prosista chino Yan Hu, en Kierkegaard, en Lord Dunsanny, en Bloy, escritores heterogéneos y anteriores a Kafka, pero unidos entre sí por la futura voz de Kafka”. La escena que refiere Uriarte enuncia una de las milagrosas paradojas de la literatura: el futuro que no viviremos puede devolvernos, aunque sólo sea por un instante, a un presente en el que jamás hemos estado.
Las Disidencias en Letra Global.