Todas las historias del mundo se parecen o ya han sido contadas. Al mismo tiempo, parecen nuevas a los ojos de los espectadores contemporáneos. Que el hombre haya sustituido la Historia –que etimológicamente designa el noble arte de la investigación– por la memoria, esa selección de hechos perpetrada en función de los deseos y las preferencias personales, explica, en gran medida, tanto dicho espejismo como el ridículo que implica ver cada cierto tiempo a alguien descubrir el Mediterráneo. El espacio y el momento en el que suceden las cosas cambian, pero su esencia, el sustrato humano que las alimenta, se replica hasta el infinito. Así ha sido siempre. Y así será mientras el mundo no se convierta en un algoritmo. Por eso todas las guerras evocan, de una u otra forma, pero con una obstinación asombrosa, la famosa guerra de Troya, la batalla más legendaria del mundo antiguo y una de las referencias esenciales y recurrentes de la cultura clásica.
Las Disidencias en The Objective.