“Uno siempre ha escrito en trance, en transverberación o por encargo”. De todas estas maneras, ya sean por separado o de forma simultánea, construyó su obra periodística Francisco Umbral (1932-2007), el último autor sagrado del articulismo español, que ha tenido muchos imitadores –que no deben ser confundidos con sus devotos– pero cuyo trono en la cúspide del columnismo patrio continúa vacío desde que hace 18 años su cuerpo, gastado y frágil, cruzase por fin a la otra orilla de la Estigia. Umbral, como es sabido, no se llamaba Umbral. También se quitaba años, como su admiradísima Lola Flores: su carnet de identidad desmentía en cuatro años la fecha que obligaba a poner en la solapa de todos sus libros, donde casi siempre reproducía la misma foto, como si su efigie, cultivada con suma dedicación, malicia e inteligencia, fuera inmune a las trampas del calendario. El tiempo se llevó al hombre y nos dejó al personaje. No está claro todavía si respetó al autor, cuya figura da cuenta de un pasado ya convertido en pretérito, al margen de sus indiscutibles hallazgos literarios.
Las Disidencias en The Objective.
