Todo es lo mismo y, al mismo tiempo, se trata de actos diferentes: vivir, leer, traducir, escribir. En la biografía de Lluís María Todó, que ejerció el oficio académico en Barcelona durante décadas, ha escrito sus propios libros de creación y ha vertido al español –y al catalán– a muchos escritores de la tradición francesa –su campo de trabajo como profesor universitario– el trato con la literatura gala puede (y debe) entenderse como una cuestión obligada que, asombrosamente, no ha derivado en el hartazgo ni en la reiteración, sino en un sostenido y renovado entusiasmo. ¿Cómo explicar que, tras toda una vida investigando sobre estos autores, no se acuse un cierto desgaste o aparezca el inevitable cansancio? Cabe adjudicarlo a una circunstancia personal: para Todó los novelistas franceses, y algunos de sus mejores poetas, como Baudelaire o Rimbaud, han dejado una huella en su formación sentimental. En esta clave biográfica, diríamos que incluso íntima, es como cabe interpretar el recorrido (confesional) que el escritor catalán realiza en Un diálogo imaginario, un ensayo delicioso que acaba de publicar en español la editorial sevillana Athenaica.
Las Disidencias en The Objective.