Cualquier existencia, incluso la más vulgar, es un tesoro (desordenado) de instantes. Unos son públicos. Otros, íntimos. Los primeros perfilan la máscara de los personajes que, de forma voluntaria o tácita, todos interpretamos. Los segundos esconden, incluso en el caso de las personalidades egotistas, nuestros secretos, incluyendo los que tienen el poder de destruirnos. Esta regla infalible puede aplicarse a Josep Pla (1897-1981), sin duda, y mal que le pese a la cofradía de los nacionalistas e independentistas, el mejor prosista en catalán de todos los tiempos. Un escritor que sigue teniendo público más de cuarenta años después de su deceso e hizo por su lengua más que todos los académicos, mandarines y prebostes de la cultura catalana oficial, que no reconoce a quienes, desde Cataluña, han elegido escribir en español y manipula a aquellos que, escribiendo en catalán, nunca comulgaron con su indigenismo tribal.
Las Disidencias en The Objective.