Cuando uno decide ir a una guerra conviene tener un ejército solvente o, a lo sumo, un batallón que en el instante de iniciar una batalla no salga huyendo. Salvo en la Marisma, donde el gobierno de las derechas ha decidido acometer una ofensiva política para salvar a la República Indígena del pérfido conciliábulo formado por los sanchistas -que todavía se dicen socialistas-, los pablistas -burgueses todos, del Podemos inicial ya no queda ni el nombre- y los independentistas, esos señores sentimentales que quieren separarse de España porque dicen que son únicos, diferenciales y merecen más de lo que tienen, que ya es bastante. Pues bien: cuentas las crónicas periodísticas, y certifican además los hechos, que el presidente del Gobierno ha rubricado un acuerdo con Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, antigua activista en contra de los desahucios, merced al cual la Ciudad Condal va a recibir, con independencia de la parte del león que ya disfruta, de una inversión extraordinaria de 25 millones de euros -que al final serán más- para incrementar la inversión cultural en aquellos equipamientos de rango estatal existentes en Barcelona. A la cosa le han puesto el nombre de bicapitalidad cultural, pero consiste en lo de siempre: el Estado manifiesta un indudable e intenso cariño (presupuestario) a cambio de que determinados nacionalistas -como Colau, usualmente tibia ante el desafío independentista- atenúen su guerra temporalmente.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
lucapa dice
Mejor convencer con cultura que a golpes de porra.