Los comerciantes sevillanos tradicionales, que constituyen un influyente lobby localista, están muy preocupados porque estas Navidades, a pesar de las bombillitas full que les ha puesto Espadas, el alcalde de las luces amables, las ventas no están respondiendo ni de lejos a sus expectativas. A algunos esto les parece que es noticia, aunque si somos justos, lo que irremediablemente nos obliga a ser crueles, no lo es. En absoluto. El estado natural de un comerciante tradicional es la insatisfacción permanente. Es lo que tiene vivir en una ciudad mendicante con sueldos piadosos ¿Recuerdan ustedes, queridos indígenas, que algún socio de Aprocom, ese insigne ateneo del arte mercantil, haya dicho alguna vez que su negocio va como un tiro? Nosotros no. Y eso que hace mucho tiempo que -por obligación- estamos pendientes de estas cosas, a falta de índices alternativos para medir la maltrecha salud de la economía local. Un comerciante sevillano tradicional nunca dirá que su negocio es una mina. Va en contra de su código genético. Ninguno está dispuesto a darle pistas a Hacienda por la misma razón que te miran rarito cuando les pides una factura en lugar de un ticket de venta.
Archivo de enero 2018
Puigdemont contra Europa
Los caminos del soberanismo, queridos hermanos, son infinitos. Tanto que resulta difícil no perderse. Tenemos a un expresidente de turismo en Bruselas –él lo llama exilio, pero sólo es porque desconoce el verdadero significado del término–, a parte del ex Govern en prisión preventiva y a la antigua coalición independentista dividida en lo esencial –ir a las inminentes elecciones con un candidato común– y predispuesta para lo accesorio, que es la inquietante resurrección –con variantes– del prusés. Ésta es su oferta: viajar de nuevo a la semilla de la división social. Los catalanes irán a las urnas dentro de quince días con la incertidumbre de si su voto servirá para impedir que se reactive el desafío soberanista, que ha hecho a Cataluña más pobre, provocó una histórica fuga de empresas y devastó la imagen tradicional del país, como lo llamaba Josep Pla, como una sociedad abierta, moderna, inteligente y liberal.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.