Los caminos del soberanismo, queridos hermanos, son infinitos. Tanto que resulta difícil no perderse. Tenemos a un expresidente de turismo en Bruselas –él lo llama exilio, pero sólo es porque desconoce el verdadero significado del término–, a parte del ex Govern en prisión preventiva y a la antigua coalición independentista dividida en lo esencial –ir a las inminentes elecciones con un candidato común– y predispuesta para lo accesorio, que es la inquietante resurrección –con variantes– del prusés. Ésta es su oferta: viajar de nuevo a la semilla de la división social. Los catalanes irán a las urnas dentro de quince días con la incertidumbre de si su voto servirá para impedir que se reactive el desafío soberanista, que ha hecho a Cataluña más pobre, provocó una histórica fuga de empresas y devastó la imagen tradicional del país, como lo llamaba Josep Pla, como una sociedad abierta, moderna, inteligente y liberal.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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