Los comerciantes sevillanos tradicionales, que constituyen un influyente lobby localista, están muy preocupados porque estas Navidades, a pesar de las bombillitas full que les ha puesto Espadas, el alcalde de las luces amables, las ventas no están respondiendo ni de lejos a sus expectativas. A algunos esto les parece que es noticia, aunque si somos justos, lo que irremediablemente nos obliga a ser crueles, no lo es. En absoluto. El estado natural de un comerciante tradicional es la insatisfacción permanente. Es lo que tiene vivir en una ciudad mendicante con sueldos piadosos ¿Recuerdan ustedes, queridos indígenas, que algún socio de Aprocom, ese insigne ateneo del arte mercantil, haya dicho alguna vez que su negocio va como un tiro? Nosotros no. Y eso que hace mucho tiempo que -por obligación- estamos pendientes de estas cosas, a falta de índices alternativos para medir la maltrecha salud de la economía local. Un comerciante sevillano tradicional nunca dirá que su negocio es una mina. Va en contra de su código genético. Ninguno está dispuesto a darle pistas a Hacienda por la misma razón que te miran rarito cuando les pides una factura en lugar de un ticket de venta.
El comercio sin escaparates
La Noria del miércoles en elmundo.es.
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