Una de las grandes dudas que plantea el 28M es si, cuando estén dispuestas las urnas de las próximas elecciones, vamos a votar a los nuevos alcaldes o, según el caso y el sitio, al portero de una discoteca al aire libre. Muchos regidores indígenas han contribuido como nadie a convertir en los últimos años las capitales de la Marisma –especialmente Sevilla y Málaga– en afterhours perpetuos, donde lo mismo te encuentras a un costalero ensayando debajo de tu puerta que una despedida (de soltera) por el mismo precio, que es el atraco que todos los años perpetra el ayuntamiento si eres propietario (o hipotecado) de una vivienda o usuario regular de servicios públicos como el transporte y la limpieza. Funcionen o no funcionen. Se trata de una suerte de estafa que se ha generalizado en la política local: los costes y tributos urbanos corren por cuenta de los ciudadanos vía impuestos, pero los regidores desvían parte de estos recursos al servicio de sí mismos (y a veces también de sus amigos) con la coartada (por supuesto falsa) de que en la República Indígena “todos vivimos del turismo”.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.