La hegemonía política, según la célebre descripción de Gramsci, consiste en una destilación armoniosa y equilibrada entre la práctica y la teoría que otorga a quien está en la vida pública una ventaja competitiva –por decirlo en términos estrictos de mercado– frente al resto de sus adversarios. Esta virtud en la que el pensador italiano veía la fórmula mágica para lograr la dominación cultural de una sociedad ha dejado de regir en nuestros días. Ahora cada vez hay menos capacidad para diferenciar los hechos de los juicios y la verdad de las meras opiniones. La mayoría política del PP en Andalucía es un ejemplo. Moreno Bonilla, que se presentará a la reelección por tercera vez dentro de doce meses, salvo que medie un adelanto electoral, ha pasado en los últimos siete años de ser un irrelevante político en la oposición, sin esperanza alguna de salir de ella, a convertirse en el ineludible Rey Sol de la política meridional. ¿Cómo se ha obrado este milagro? Contradiciendo a Gramsci: disociando las ideas de la conducta. Predicando una ideología y ejerciendo la opuesta. Ejerciendo a fondo la realpolitik.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.