La composición del lienzo obedece a los intereses políticos del presente, pero atesora también una poderosísima carga simbólica que reverbera desde un pretérito cada vez más remoto. En 75 años, Andalucía ha pasado de ser la tierra de origen de muchos de los habitantes del Cinturón Troglodita de Barcelona –el nombre (despectivo) con el que el Ayuntamiento de la Ciudad Condal en tiempos de la dictadura bautizase a las cuevas y barracas pobladas por emigrantes del Sur– a abrir una oficina comercial para atraer inversiones en el Paseo de Gràcia, la gran arteria de la burguesía catalana y pasarela mayor de la arquitectura modernista. La analogía expresa una evidencia: la España de entonces, por fortuna, se asemeja muy poco a la actual. Aunque conviene no leer ambas imágenes como una traslación exacta entre dos épocas: las familias meridionales que mediada la pasada centuria viajaban al noreste de España gracias a un tren que en Sevilla se conocía como El catalán y en Barcelona se bautizó con el nombre de El sevillano cincelaron su propia epopeya personal solos, por su cuenta y riesgo, desafiando a la incertidumbre y huyendo de la Andalucía más amarga.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.