El ancestral augurio bíblico de la sequía ya no forma parte de la nueva normalidad en Andalucía. Se ha convertido en una certeza. La ausencia de lluvias y el descenso de las reservas hídricas durante el último año, desde que Moreno Bonilla obtuvo su triunfal mayoría absoluta, han concurrido a tal velocidad que la hipótesis que hace apenas doce meses se tenía por una profecía apocalíptica –restricciones estables del consumo doméstico en las grandes áreas metropolitanas– ha dejado de ser una ficción. En estos momentos es el escenario más probable si este otoño, que en la gran autonomía del Sur hace lustros que dejó de ser una estación meteorológica para convertirse en una fábula, no salva ‘in extremis’ la situación. Siendo un hecho remoto, es más probable que acontezca un milagro natural a que los políticos encuentren una solución al problema.
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