Es cuento sabido que todas las naciones son construcciones imaginarias –no digamos ya las nacionalidades (indígenas)– porque lo único real, en términos políticos, son los individuos. Las pretensiones patrióticas, más oligárquicas que populares, sin embargo, acompañan desde el origen de los tiempos a todos los caciques de aldea, pero dado que habitamos en una ficción jurídica llamada Estado (fallido) de las autonomías, el Quirinale debería ir preparándose (si es que puede) para el escenario desconstituyente que va a consumarse si el Insomne Sánchez, Sor Yolanda del Ferrol y los independentistas (incluidos los prófugos) arman una mayoría parlamentaria circunstancial que, sin declararlo, convierta la Constitución en papel mojado y alumbre un Estado asimétrico sin que medie votación alguna. Porque lo que se ha elegido el 23J no es el federalismo (ese espantajo socialista), sino a unos diputados con un mandato limitado por la ley. La marejada que se aproxima requiere –lo hemos escrito hace semanas– una reacción política por parte del Quirinale, pero la vida inteligente no florece en San Telmo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.