En los tiempos remotos del Antiguo Testamento, que en la Marisma coinciden con los años de la fundación de la Santa Autonomía, la izquierda indígena, que entonces era una interminable constelación de diversos comunismos, desde los difuntos leninistas a los siempre escasos carrillistas, hacía una lectura del autogobierno donde la realidad y la ficción se confundían. La pobreza y la miseria de los jornaleros y los obreros, que venía de muy lejos y era sangrante, era cosa cierta. Sus recetas para remediar el subdesarrollo meridional, en cambio, igual que los milenarismos de la Andalucía irredenta, entraban dentro del territorio de la fábula. De la única manera que la República Indígena no iba a salir nunca de su atraso histórico, que era social, económico y cultural, era mediante el reparto de la miseria, ante la ausencia de riqueza. Todos estos comunismos, habitualmente divididos y enfrentados, descubrieron pronto que los socialistas no habían ganado para liberar a aquella colonia interior –por usar el lenguaje de la época– que era la Marisma.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.