Jorge Luis Borges dejó escrito en su ‘Biografía de Tadeo Isidoro Cruz’, uno de los relatos de El Aleph, que “cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo instante: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”. La muerte, final de un sendero conocido y comienzo de otro camino que ignoramos, preludia su visita muchos años antes de presentarse ante la puerta. Y lo hace como Ulises al retornar a Ítaca, a través de un heraldo que se disfraza de mendigo: la madurez. Ese instante en el que empiezan a abandonarnos quienes nos antecedieron y aquellos que creíamos que iban a sucedernos, si es que existen, se separan de nuestro lado para perderse en su propio laberinto.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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