El juicio del prusés está dejando, por suerte para todos, muchas cosas claras, a expensas de la valoración definitiva de los hechos que establezca la sentencia. Primero: el relato indepe de los sucesos de octubre está viéndose diluido cada día que pasa por una narración fáctica alternativa de indudable solidez y verosimilitud, que sirve de contrapeso tardío a la cándida propaganda nacionalista. A pesar de que los medios afines a la causa manipulen unos testimonios y amplifiquen otros, nada hay más poderoso que la experiencia directa: los creyentes en esa república imaginaria (que no existe) pueden constatar, de primera mano, sin intermediarios, cuáles son los argumentos que demuestran que en Cataluña no hay presos políticos –sólo políticos presos– ni existe una oscura conjura franquista, sino un poder judicial que intenta saber quiénes incumplieron la ley. Y que actúa con garantías. Resulta obvio que estas evidencias, como el trascendente testimonio del mosso Castellví, que proseguirá hoy lunes, no van a convencer a quienes han hecho del delirio y el sectarismo su industria, pero salta a la vista que el cuento de la revolución pacífica y sonriente ya no se sostiene en pie y los alegatos políticos de algunos acusados obviaron que ante un tribunal cuentan los hechos, no los dichos.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
Deja una respuesta