Una de las últimas tendencias en los medios de comunicación consiste en intentar compensar la habitual sucesión de noticias aciagas –cuyo origen es el coronavirus en su doble condición de pandemia y pavorosa crisis económica– con alguna historia positiva o inspiradora, como se dice ahora. Vano intento. No existe nada que nos haga pensar tanto, y tan velozmente, como un desastre o la inminencia de una catástrofe. Es una ley natural: el cerebro y el corazón se aceleran ante la posibilidad de la muerte o la certeza de la ruina. Si alguna enseñanza debemos sacar de la nueva normalidad –que ni es nueva ni tampoco ordinaria–, es que la existencia es una lucha constante por la supervivencia, no un espectáculo rosáceo y amable. El mundo piruleta no existe. Quien tenga cierta edad, lo sabe.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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