Ian Gibson es irlandés de nacimiento, hispanista por vocación y un consumado ironista que, a la manera de Bernard Shaw, su paisano insular, recurre a la sonrisa para quitarle trascendencia a una vida que, como escribió su admirado Federico García Lorca en la Oda a Walt Whitman, «no es noble, ni buena, ni sagrada». Especialmente si acontece entre los dos paréntesis de horror que encierran cualquier guerra civil. Por ejemplo, la española. Entre el despiste fingido y la sobria inteligencia de los sabios, como intimidado por los micrófonos inalámbricos que quisieron ponerle en la cabeza para hablar en público, el escritor, vecino de Lavapiés, dedicó hoy su intervención en el ciclo Letras en Sevilla organizado por la Fundación Cajasol a hacer una lectura comentada de La forja de un rebelde, la trilogía que Arturo Barea, escritor sin academia, dedicó a contar su visión -en primera persona- de la Guerra Civil.
Una crónica para elmundo.es.
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