Los españoles caminamos de nuevo hacia las urnas –si una sorpresa de última hora no lo remedia– sin que una de las cuestiones capitales de nuestra democracia haya sido resuelta: el tamaño del Estado autonómico. La cuestión, en teoría, está regulada en la Constitución, que estableció dos vías distintas para acceder al autogobierno y toleró, amparándose en un argumento histórico que tiene muy difícil encaje para cualquiera con un mínimo de sentido común, la excepcionalidad foral. Se trata, sin embargo, de un espejismo: la España territorial actual es un constructo de la partitocracia que nos gobierna. Se ha desarrollado mediante sucesivos pactos coyunturales –en función del interés político de cada momento– que después se incorporaban a lo que los juristas llaman el bloque constitucional.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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