No existen los mitos de una pieza. Todos los héroes son una construcción imaginaria donde la memoria, la fábula y la realidad terminan confundiéndose, sin que quede del todo claro qué parte es fiel a los hechos y describe la naturaleza de individuos inequívocamente ciertos, y cuánto hay de aspiración colectiva, camuflada bajo la forma un retrato fingido. Fabricamos mitologías para dar sentido a aquello que no lo tiene, creando así un significado sobre el vacío. Si muchas de ellas han perdurado durante siglos, a veces con lecturas contradictorias, no es sólo gracias a la literatura –Ulises siempre es inmortal en los versos de Homero– sino que se debe a que el cimiento que las sustenta encima de su pedestal no es exactamente la verdad, sino la esperanza que los hombres que las concibieron depositaron sobre su memoria. Todos estos rasgos confluyen en la persona de Riley Ben King (1925-2015), probablemente la última de las grandes leyendas del blues del Delta del Mississippi, más conocido por el falso nombre (artístico) de B.B. King, cuya trayectoria vital dibuja un arco equiparable a la llama que encendieron los profetas bíblicos para anunciar un porvenir que tenía que ser mejor, y que se parece a las máscaras de teatro que escondían la faz de los antiguos trágicos griegos. Verdades en las que uno decide creer y mentiras que, en cambio, prefieren ignorarse.
Las Disidencias en Letra Global.