Es una ley física: todo lo que sube baja. El problema es cuando desciende sin haber ascendido lo suficiente como para alcanzar la cima. Es justo lo que le está ocurriendo al PP de Sevilla, para el que no corren buenos tiempos. Los augurios sobre su futuro inmediato no inducen a pensar que va a producirse un cambio en su eterna condición de fuerza política secundaria, prescindible, irrelevante. Están igual que siempre: clavados en la estación, esperando un tren –el del éxito– que no termina de llegar nunca. La reciente derrota del núcleo dirigente sevillano en la lucha por conservar la dirección del partido en Andalucía dibuja un ocaso sobre un horizonte donde jamás se produjo un orto. A partir de ahora todo será más difícil.
En los dos últimos años sus dirigentes, con Zoido a la cabeza, han encadenado una sucesión de desastres difícil de igualar. Enumero las gestas: descender hasta cinco puntos en intención de voto apenas 24 meses después de haber ganado por primera vez las elecciones en Andalucía, quemar la imagen de sus dos principales referentes políticos –especialmente la de José Luis Sanz– y echar un pulso a Javier Arenas que, como era de esperar, terminó ganando el último gran patriarca de la derecha en Andalucía. Hacerlo peor parece imposible. Si en el ámbito regional la gestión del PP ha sido tan deficiente, en el campo interno las cosas no están mejor. Pierden influencia entre los ciudadanos mientras su argumento principal –la honradez frente a la (supuesta) corrupción– hace aguas.
No ha ocurrido en un único sitio, sino en tres plazas distintas: Tomares, Bormujos y Mairena del Aljarafe. En el primer consistorio hay tres ediles del gobierno imputados por un juez, entre ellos el número dos del PP en la provincia y portavoz de la Diputación Provincial. En Bormujos la alcaldesa, Ana Hermoso, acaba de ser incluida hace unos días en la investigación que se sigue en otro juzgado por una posible derivación de la trama Gürtel. La misma pieza judicial arroja también sombras sobre el ex presidente provincial del partido durante lustros y antiguo virrey de Arenas para las cuestiones sevillanas: Ricardo Tarno, otro alcalde a quien se le implica, presuntamente, en turbios negocios urbanísticos. Tres corrientes de agua que, sumadas a la debacle regional, son un tsunami para Juan Bueno, actual presidente del PP sevillano. Hasta ahora su solución ante esta crisis ha consistido en callarse. Guardar silencio. Y esperar. No se sabe muy bien a qué.
El problema del PP de Sevilla, sin embargo, no es episódico, sino estructural. Con independencia del resultado de estas investigaciones judiciales, la gran traba es que los populares no logran crecer electoralmente en el ámbito provincial de las ciudades medias. Zoido logró hacerlo hace tres años en la capital, pero su desastrosa aventura regional ha terminado poniendo en peligro hasta su permanencia en la Alcaldía, que ahora intenta conservar a apenas un año de las elecciones. En el resto de la provincia el partido no avanza. Ni pagando. En su día se apuntaron factores sociológicos, de renta e incluso históricos para justificar esta imposibilidad genética del partido para romper su techo de cristal. Ninguna de estas excusas se sostiene.
Mientras la evolución del PP en el ámbito regional y estatal ha sido ascendente –la célebre marea azul– en Sevilla estaban estancados y alejándose de sus objetivo. La distancia con los socialistas en las municipales de 2011 fue de casi dos puntos. En las generales creció un punto más. Y en las autonómicas, cuando Arenas se estrelló, esta diferencia se situó en ocho puntos porcentuales. Conclusión: Arenas no entró en San Telmo por culpa del PP de Sevilla. Su cuna electoral le fallaba en el momento clave de su carrera política.
La pérdida de la presidencia regional del partido en favor de Málaga, un patinazo del que los dirigentes sevillanos van a tardar en recuperarse, complica los juegos de fuerzas y alianzas. La razón es muy simple: si Arenas no ganó porque Sevilla no logró los resultados esperados, Moreno Bonilla, el inminente nuevo presidente del PP andaluz, tiene este problema pero con mayor intensidad. Algo que no beneficia precisamente al histórico aparato del partido conservador en Sevilla, que se ha quedado sin ascendente –un Arenas que se siente traicionado por sus propios hijos políticos–, sin la presidencia regional de Zoido y sin argumentos que avalen su gestión política. Un cóctel de ingredientes perfecto para que Moreno Bonilla esté planteándose mover los tradicionales peones del PP en Sevilla por otros nuevos, distintos, afines. En la calle Rioja ya hay a quien le tiemblan las piernas.
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