Las personas se dividen en dos grandes grupos: quienes ponen precio al trabajo de los demás y aquellos que no tienen más remedio que aceptarlo, obligados por las circunstancias. En esto consiste todo. La visión bondadosa del ser humano, sin embargo, nos viene diciendo desde hace siglos que el comercio –que es la única actividad que crea riqueza– es una transacción económica que se produce por la libre voluntad de las dos partes implicadas en cualquier negocio. Uno de los signos inequívocos de que vivimos un cambio de época es que este viejo principio liberal ha pasado definitivamente a mejor vida asesinado por los propios liberales. Gran Bretaña y Estados Unidos han decidido enterrarlo y convertir lo que era susceptible de negociación en pura imposición. Éste es el giro que anuncian, con el sonido metálico de las trompetas del Apocalipsis, el Brexit y la entrada de Donald Trumpen la Casa Blanca. No son temblores. Es el terremoto que viene: la nueva era imperial del proteccionismo. Una forma de guerra posmoderna amparada en un viejo lema de los años treinta: Beggar thy neighbour.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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