Coppola es el Sófocles de nuestro tiempo. Nadie ha adaptado el espíritu de la tragedia clásica mejor que el director de la trilogía The Godfather. En la segunda de sus tres películas, localizada en La Habana en tiempos de Batista, Michael Corleone acude al cumpleaños del líder de la cuerda de familias mafiosas que controlan los casinos en la mayor de las Islas Antillas. La escena es más o menos así:
Barrio de El Vedado. Terraza del Hotel Capri. Exterior tarde.
–«Hoy he visto una cosa curiosa» –cuenta Corleone–. «Un policía intentó detener a un revolucionario en la calle y en vez de dejar que se lo llevaran hizo estallar una bomba pegada a su cuerpo. Murió, claro. A los soldados les pagan por combatir. A los rebeldes, no».
–«¿Conclusión?», pregunta Roth, el mafioso homenajeado.
–«Que pueden vencer», responde Corleone.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
Deja una respuesta