El Año Nuevo, esa convención del calendario, empieza exactamente igual que su predecesor. Parece una broma del destino, pero mientras una pandilla de descerebrados –dicho sea en términos estrictamente descriptivos– celebraba el arranque de 2021 con una majestuosa rave en Llinars de Vallès (Barcelona), tolerada por los intolerantes, el célebre concierto de Viena, con sus valses optimistas y su elegancia fin de siècle, acontecía ante las sillas de un auditorio absolutamente vacío. Cara y cruz de 2021, el año en el que el Gobierno, fiel a su promesa de apretar “a las grandes fortunas”, ha tenido el detalle de subirle la soldada a los funcionarios –a todos, sin excepción y sin motivo– e incrementar, en paralelo, casi todas las tasas y precios públicos que tendremos que abonar desde el primero hasta el último. Aquí no se escapa nadie. Los autónomos, a quienes el recibo de la Seguridad Social les ha subido de forma retroactiva hace unos meses, volverán a ver incrementada su cuota mensual a cambio de nada, porque –como es sabido– en este organismo asistencial (perdonen el oxímoron) desde hace mucho tiempo, y además por ley, no te atiende nadie.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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