No está muy claro qué fue primero, si el malditismo literario –esa épica del ridículo, porque es absolutamente involuntaria– o el éxito sublime, que algunos confunden con el dinero y otros, los realmente inteligentes, con la posteridad, que es una mujer caprichosa y desconcertante. Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953; Barcelona, 2003) conoció ambas posiciones vitales, las dos situaciones básicas de la noria de la vida, si bien la segunda –llamémosle la cumbre– comenzaba recién a emerger del agua cuando ya no estaba en este mundo miserable, de donde se lo llevó una rara enfermedad hepática a los 50 años, una edad tan rotunda como inquietante.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
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