La cautela, en política y en la vida, debe anticiparse a la adversidad; en caso contrario, se convierte en una forma indirecta de exculpación. El viaje del presidente de Andalucía a Bruselas, donde este martes reclamó ante la Comisión Europea que habilite un Fondo de Solidaridad ante la catástrofe social y económica que supone la sequía, oculta –tras una petición aparentemente razonable– una simulación: traslada fuera las responsabilidades que comparten, no siempre de forma pacífica, la gran autonomía meridional y el Gobierno central. La sequía no es un problema exclusivamente andaluz, aunque para la derecha del Sur haya sido hasta ahora un argumento retórico recurrente con el que poder sostener la dialéctica del agravio eterno con la Moncloa. Moreno viajó a Bruselas para buscar un dinero que depende de Madrid –los interlocutores con la UE son los gobiernos, no la regiones– y lo hace con la pretensión de disimular su falta de decisión ante la distopía (real) de una Andalucía sin agua.
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