El lugar común, convertido desde hace mucho tiempo en la herramienta recurrente de una parte del reseñismo editorial –la crítica literaria es otra cosa– sostiene que las narraciones de Charles Bukowski (Andernach,1920-San Pedro,1994) forman parte del deslumbrante universo de la contracultura norteamericana, ese reverso del mito del sueño americano. Convendría pararse a pensar antes de asumir tal afirmación. ¿Acaso los autores que cuestionan el idealismo no participan también de la estirpe cultural de los Estados Unidos? Sin duda. Los escritores que desconfían de los principios de meritocracia, progreso y triunfo son parte del pedestal de la estatua, que se sostiene no sólo por sus luces, sino con la esencial colaboración de sus sombras. Es una cuestión estadística: por cada triunfador que emerge de la nada existen miles de perdedores que desmienten la mayor, sin anularla. Los héroes, en efecto, sustentan su épica –y esta norma opera asimismo en el caso de los antihéroes– en la excepcionalidad que implica su ascensohacia la cima, que puede comenzar en el fondo de un pozo. O con una frase así: “Cuando te encuentras a un hombre que no se molesta en trabar una conversación normal tienes ante ti a un tipo salvaje, a un tipo de pura cepa”.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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