“Cuando sea mayor, fumaré opio”.
William Burroughs
No sé cuándo me convertí en un adicto. Sucedió, eso es todo. No hay mucho más que explicar, salvo que venimos al mundo solos y nos vamos solos. Mientras tanto, además de una patada en el culo para que salgamos pronto del vientre materno, nos tienen preparado un cheque al portador para pagar las primeras adicciones. El saldo se agota enseguida. Vivimos desde entonces sólo para cubrir carencias sucesivas: comida y abrigo, afecto, cobijo. La lista es infinita.Aún así nos desvivimos por añadirle más capítulos y sustancias: unos eligen el café, otros el queso –lo confieso: es también mi caso–, algunos el chocolate y una aristocracia selecta se inclina por el sexo, la droga más cara de todas aunque siempre parezca ser la más barata. Después hay que considerar las resinas blandas habituales y las duras, que son las que terminarán con nosotros, convirtiéndonos en sombras. Llegamos al mundo con carencias y nos vamos con necesidades. Una puta estafa. La vida sólo es una forma de llenar el vacío entre ambas, un periodo entre dos paréntesis.
Un relato para #LetraGlobal
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