Desde que la política española se convirtió en una pasarela de cine (de pueblo) y los medios regalaron sus contenidos en busca de una audiencia perseguida a cualquier precio, invirtiendo el círculo virtuoso del periodismo y convirtiéndose en escaparates virtuales, quedó clara la exactitud del lema que Dante Alighieri encontró en las puertas del Inferno: Lasciate ogni speranza. En efecto: no cabe esperar que brote agua del cauce de un río seco, igual que no es previsible –salvo para los ingenuos profesionales– que la maldad desaparezca del mundo porque su extinción se vote mayoritariamente en una asamblea de colegio. Las cosas, por desgracia, son como son. Dicho de otra forma: el mundo es tal y como nos parece que es. Parece una contradicción en sus propios términos, pero se trata de una progresión: si no sabemos mirar más allá de nuestras narices será imposible que podamos comprender en algún momento lo que sucede ante nuestros ojos. Se percibe en el duelo (a muerte) entre las dos vicepresidentas –Calviño & Díaz–, a las que esta semana hemos visto pasear por Trujillo con el mismo entusiasmo que Caín y Abel. La cumbre extremeña depara así una metáfora de las turbulencias internas que sacuden a un Gobierno que, gracias a las concesiones sin fin a sus socios parlamentarios –los independentistas de todas las Españas– se cree capaz de encarrilar la legislatura y ahuyentar la evidencia de su elevadísimo deterioro político.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
Deja una respuesta