Es fascinante, al tiempo que un hecho mágico, casi epifánico, contemplar la facilidad (aparente) que tiene Giorgio Agamben (1942) para obtener oro del simple ejercicio de contemplar las cosas. Al contrario de lo que muchas veces se piensa por una sinonimia recurrente, mirar no equivale a ver. El primer verbo describe una acción; el segundo remite al hallazgo de un sentido. Todos –excepto los ciegos– miramos a nuestro alrededor, pero son pocos los hombres que ven la realidad. Menos todavía son los capaces de aceptarla sin refugiarse ni en el idealismo ni en la manipulación. Si ver es una forma, acaso la más compleja de todas, de entender, uno de los maestros de este venerable arte es el filosofo italiano. En muy pocas páginas, sin retórica, sin digresiones y con una serenidad pasmosa, Agamben es capaz de desentrañar el nudo de la existencia terrestre y vincular nuestro presente con el ámbito espiritual.
Las Disidencias en Letra Global.
