Stendhal decía que, desde una perspectiva burguesa, un hijo es como un acreedor que nos envía la naturaleza. Nace por casualidad, se cría de milagro y un día se sienta a esperar la herencia. Hay padres que testan con gusto sus bienes materiales en favor de sus vástagos naturales; otros prefieren quemar la despensa antes de su deceso para que el amor filial no degenere en diatribas entre los hermanos.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
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